martes, 28 de febrero de 2012

"Viento fresco", de Jesús Munárriz.








Viento fresco es, sin duda, el libro más atrevido del poeta Jesús Munárriz. Publicado en el año 2000, le sirvió al director de la prestigiosa editorial HIPERIÓN para escenificar un gesto de complicidad de los primeros momentos de creación literaria con el movimiento postista, a cuyos líderes de su "segunda hora" -en especial Gabino-Alejandro Carriedo- le unió una estrecha amistad. 



Los gorriones



Los gorriones son gente de cuidado.
Desconfían muchísimo. Hacen bien.
No tienen sindicatos ni matrículas,
nadie los riega todas las mañanas,
no llegan a menudo a centenarios,
las uñas se les ven sin manicura,
de pequeñitos fueron sólo un huevo,
los chinos les juraron guerra a muerte,
en otoño les duelen las junturas,
las bichas hipnotízanlos protervas,
llámanles maricones los ministros,
los flautistas defecan en sus barbas,
desplúmanles pechugas los enanos,
plántanles cepos los latifundistas,
móntanles redes los de la fritanga,
ahógalos de amor el tierno infante,
son gente con qué pocos partidarios
los jodidos gorriones. Son triperos.
Son bajitos. Y vuelan, pero poco.
¡Cómo no van a ser insoportables!
Échales más veneno en las miguitas.









"Noches dantescas", de Carlos Edmundo de Ory









Carlos Edmundo de Ory nos deja, a modo de una larga carta de ida y vuelta, una emocionadísima evocación de su gran amigo Eduardo Chicharro y de su combate por devolver a la imaginación un lugar preeminente en la creación poética. Además, nos sitúa en el espacio estético, emotivo y espiritual que dio origen a la estética postista..... 



"–¿Qué es decir, Carlos, qué es decir cosas...si cuando se dice no se atina a decir lo que sabemos? Nada de lo fijo es fijo y las cosas se pierden allá en lo condicional. Siempre hay un pero para todo y un casi, pero lo más terrible es que hay una anulación de todo. Tomamos palabras y las vamos colgando a las ramas del árbol del Concepto, pero cuando queremos expresarnos, cuando queremos decir lo que sentimos entramos en la gran Torre de Babel. Ya es como si no nos entendiéramos los unos a los otros. ¡Qué falsas son en nuestro verbo las personas Yo y Tú! No pueden hablar. ¡¿Dónde está el ser afortunado que haya dicho "Yo" –y dónde el que haya dicho "Tú"?! No saben, no pueden. Nadie ha podido nunca. Y sin embargo, lo hacemos. Y nos parece que nos entendemos; no. Nos oímos y nos escuchamos, pero no nos entendemos. ¡Qué ajenos estamos los unos de los otros por la palabra! Como extranjeros hablamos distintas lenguas, cada cual la suya. ¡Qué terrible condición: sólo podemos monologar o hablar de terceras cosas!
            Sólo nos cabe soñar. Hablemos, pues, de sueños...Y soñemos al hablar. Pero no digamos lo que sintamos porque nadie nos ha de entender. Yo no quiero decir ya nada, nada mío. Yo no quiero escuchar ya más que las locuras que se digan, las sandeces y los disparates. Quiero oír las blasfemias, los llantos y las maldiciones. Y no me fijaré más que en lo que dicen los niños, y no atenderé sino a los poetas. Pero a los verdaderos. A esos que no dicen lo que creen o lo que sienten, sino lo que oyen desde lejos o desde dentro.
            A ti sí, quiero oírte, Carlos. Quiero que me cuentes cosas de esas que sabes que no sabes. Cuéntamelas muy serio. Inventa cosas aquí a mi lado, para que yo no intente ni creerte, y pueda soñar sueños raros aquí dentro de mí."